EL ORIGEN DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
El término Inteligencia Emocional se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas.
El
concepto de Inteligencia Emocional, aunque esté de actualidad, tiene a
nuestro parecer un claro precursor en el concepto de Inteligencia Social
del psicólogo Edward Thorndike (1920) quien la definió como "la
habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y
muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas".
Para Thorndike,
además de la inteligencia social, existen también otros dos tipos de
inteligencias: la abstracta –habilidad para manejar ideas- y la
mecánica- habilidad para entender y manejar objetos-.
Un ilustre antecedente cercano de la Inteligencia Emocional lo constituye la teoría de ‘las inteligencias múltiples’ del Dr. Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, quien plantea ("Frames of Mind",
1983) que las personas tenemos 7 tipos de inteligencia que nos
relacionan con el mundo. A grandes rasgos, estas inteligencias son:
Inteligencia Lingüística: Es la inteligencia relacionada con nuestra capacidad verbal, con el lenguaje y con las palabras.
Inteligencia Lógica: Tiene que ver con el desarrollo de pensamiento abstracto, con la precisión y la organización a través de pautas o secuencias.
Inteligencia Musical: Se relaciona directamente con las habilidades musicales y ritmos.
Inteligencia Visual - Espacial:
La capacidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el
espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos.
Inteligencia Kinestésica: Abarca todo lo relacionado con el movimiento tanto corporal como el de los objetos, y los reflejos.
Inteligencia Interpersonal: Implica la capacidad de establecer relaciones con otras personas.
Inteligencia Intrapersonal: Se refiere al conocimiento de uno mismo y todos los procesos relacionados, como autoconfianza y automotivación.
Esta
teoría introdujo dos tipos de inteligencias muy relacionadas con la
competencia social, y hasta cierto punto emocional: la Inteligencia
Interpersonal y la Inteligencia Intrapersonal. Gardner definió a ambas
como sigue:
"La
Inteligencia Interpersonal se construye a partir de una capacidad
nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular,
contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e
intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia permite a un
adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan
ocultado... "
Y a la Inteligencia Intrapersonal como "el
conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la
propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de
efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un
nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la
propia conducta..."
LA APARICIÓN DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
En 1990, dos psicólogos norteamericanos, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer, acuñaron un término cuya fama futura era difícil de imaginar. Ese término es ‘inteligencia emocional’.
Hoy,
pocas personas de los ambientes culturales, académicos o empresariales
ignoran el término o su significado. Y esto se debe, fundamentalmente,
al trabajo de Daniel Goleman, investigador y periodista del New York Times, quien llevó el tema al centro de la atención en todo el mundo, a través de su obra ‘La Inteligencia Emocional’ (1995).
El
nuevo concepto, investigado a fondo en esta obra y en otras que se
sucedieron con vertiginosa rapidez, irrumpe con inusitado vigor y hace
tambalear las categorías establecidas a propósito de interpretar la
conducta humana (y por ende de las ciencias) que durante siglos se han
dedicado a desentrañarla: llámense Psicología, Educación, Sociología,
Antropología, u otras.
2º parte
Inteligencia emocional aplicada
Cualquiera
puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la
persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el
propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan
sencillo.
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
La
inteligencia emocional determina la manera en que nos relacionamos y
entendemos el mundo; tiene en cuenta las actitudes, los sentimientos y
engloba habilidades como : el control de los impulsos, la
autoconciencia, la automotivación, la confianza, el entusiasmo, la
empatía, y sobre todo es el recurso necesario para ofrecer nuestras
mayores prestaciones profesionales.
Sobre la inteligencia emocional y la ética
El
concepto de la inteligencia emocional postula ampliar la noción de
inteligencia (tradicionalmente ceñida a una serie de habilidades
racionales y lógicas) incorporando una serie de habilidades emocionales.
1. Conciencia de las propias emociones. Quien no se percata de sus emociones queda a merced de las mismas.
Identificar las propias emociones al evaluar situaciones pasadas
implica una primaria inteligencia emocional. Distinguir un sentimiento
mientras está aconteciendo supone una inteligencia emocional
desarrollada.
2. Manejo de las emociones.
Me refiero a la capacidad de controlar los impulsos para adecuarlos a
un objetivo. Habilidad que se puede "entrenar" como, de hecho, hacen los
actores que son capaces de generarse el estado emocional más apropiado
para representar un papel. Aprender a crear un determinado estado
emocional... son palabras mayores. Recomiendo empezar por intentar
controlar la duración de las emociones. Algo que sucede hace emerger
nuestra furia. Parece inevitable. Pero esa furia puede durar un minuto,
una hora o un día. Algo que acontece nos pone tristes. ¿cuánto tiempo
haremos durar esa tristeza?
3. Capacidad de automotivación.
Las emociones nos ponen en movimiento. Desarrollar la capacidad de
entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, para poder llevarlo a cabo
de la mejor manera, aplacando otros impulsos que nos desviarían de la
tarea mejora el rendimiento en cualquier actividad que se emprenda.
4. Empatía. Es el nombre que recibe la aptitud para reconocer las emociones en los demás. Proviene del griego empatheia,
que significa algo así como "sentir dentro", es decir, percibir lo que
el otro siente dentro suyo. Los sentimientos no suelen expresarse
verbalmente sino a través del tono de voz, los gestos, miradas, etc. La
clave para la empatía reside en la destreza para interpretar el lenguaje
corporal.
5. Manejo de las relaciones.
Así como un paso posterior a reconocer nuestras emociones consiste en
aprender a controlarlas; de modo análogo, una instancia ulterior a la
empatía estriba en manipular las emociones de los demás.
Esto
último promueve la inquietud acerca de la ética. Las habilidades
descriptas arriba, una vez desarrolladas pueden ser empleadas de
distintas maneras. Pueden sujetarse a un fin solidario o a una
motivación egoísta. Por ejemplo, la empatía puede ser utilizada por un
profesor para mejorar la transmisión de una enseñanza a sus alumnos.
Puede ser usada por un vendedor para vender un producto.
Si
se desarrolla el autocontrol emocional y la empatía, se puede
efectivamente manipular a otra persona que no haya desarrollado estas
capacidades. Se puede saber cómo hacerla enojar, entristecerla, hacerle
sentir miedo, etc. Cómo van a canalizarse estas habilidades es un tema
que es preocupante. Por cierto, la inteligencia emocional ha despertado
aún mucho mayor interés en el ámbito empresarial que en el terapéutico.
¿Por qué han sido recibidas con tanta atención las ideas de la
inteligencia emocional en las empresas? Creo humildemente que es
apresurado contestar esta pregunta hasta no realizar una profunda
investigación sobre el tema. Por el momento es válido dejar planteado el
asunto y arriesgarnos a traslucir algunas sospechas.
3º parte
¿Qué piensa Daniel Goleman de la Inteligencia emocional?
La
Inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que
tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como
el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el
entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas
configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el
altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa
adaptación social.
El
rendimiento escolar del estudiante depende del más fundamental de todos
los conocimientos, aprender a aprender. Los objetivos a reeducar como
clave fundamental son los siguientes:
1. Confianza.
La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia
conducta y el propio mundo. La sensación de que tiene muchas
posibilidades de éxito en lo que emprenda y que los adultos pueden
ayudarle en esa tarea.
2. Curiosidad. La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
3. Intencionalidad.
El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia.
Esta habilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse
competente, de ser eficaz.
4. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada a su edad; la sensación de control interno.
5. Relación.
La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa
en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos.
6. Capacidad de comunicar.
El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos
y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los
demás (incluyendo a los adultos) y el placer de relacionarse con ellos.
7. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales.
La
obra de Daniel Goleman intenta recuperar el prestigio de las emociones
como objeto digno de estudio. La tesis de esta obra es que los
tradicionales tests de inteligencia (con los que se "saca" el famoso
coeficiente intelectual) miden una serie de habilidades intelectuales
que no suelen servir de mucho para afrontar los "problemas de la vida".
Es decir, un CI (coeficiente intelectual) elevado no es garantía de
felicidad, prosperidad, etc. Sirve para obtener buenas notas en la
escuela pero no para responder con eficiencia frente a los distintos
trastornos que se presentan en la vida diaria. Para complementar el CI,
Goleman introduce el concepto de CE (coeficiente emocional). La
inteligencia emocional incluye habilidades como la capacidad de
automotivarse, la perseverancia, el autocontrol. Todo podría resumirse
en este último concepto, el control sobre las emociones.
La
etimología de la palabra emoción remite al movimiento. Las emociones
son las que nos mueven, nos llevan a entrar en acción. Esto es muy claro
en los animales y en los niños. No tanto en los adultos quienes
'civilizadamente' hemos aprendido a separar la emoción de la acción.
Las
emociones cumplen una función natural. Con el miedo, explica Goleman,
la sangre se retira del rostro (por eso palidecemos) y se dirige a los
músculos de las piernas para facilitar una reacción de fuga ante el
peligro. En la ira, la sangre fluye a las manos, aumenta el ritmo
cardíaco y el nivel de adrenalina generando condiciones propicias para
una acción enérgica.
Ahora
bien, desde las primitivas emociones de los primeros hombres hasta el
día de hoy indudablemente las condiciones de vida han cambiado.
"Mientras en el pasado una ira violenta puede haber supuesto una ventaja
crucial para la supervivencia, el hecho de tener acceso a armas
automáticas a los trece años la convierte en una reacción a menudo
desastrosa."
La
cultura educa nuestras emociones. Al niño pseudonatural se le va
enseñando cuando son aceptables ciertas emociones y cuando no. Se le
enseña a minimizar ciertas emociones, a exagerar otras, a reemplazar una
emoción por otra y a reprimir otras. Sobre las emociones y sobre cómo
educarlas, queda la sensación de haber mucho por investigar.
4º parte
La Inteligencia Emocional
según José Javier Velasco Bernal
El término inteligencia emocional fue utilizado por primera vez en 1990 por Peter Salovey de Harvard y John Mayer
de la New Hampshire, como la capacidad de controlar y regular los
sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del
pensamiento y de la acción. La inteligencia emocional se concreta en un
amplio número de habilidades y rasgos de personalidad: empatía,
expresión y comprensión de los sentimientos, control de nuestro genio,
independencia, capacidad de adaptación, simpatía, capacidad de resolver
los problemas de forma interpersonal, habilidades sociales,
persistencia, cordialidad, amabilidad y respeto.
Un fundamento previo lo encontramos en la obra de Howard Gardner, quien en 1983 propuso su famoso modelo denominado "inteligencias múltiples"
que incluye 7 tipos de inteligencia: verbal, lógico-matemática,
espacial, musical, cinestésica, interpersonal, intrapersonal. Si bien,
como él mismo subrayó, en Estados Unidos, en la mayoría de las escuelas
se sigue cultivando exclusivamente, al menos consciente y
premeditadamente, los dos primeros tipos de inteligencia: la verbal, y
matemática.
Pero fue Daniel Goleman con su libro Inteligencia Emocional quien lo popularizó y convirtió en un betsseller, refiriéndose a las siguientes habilidades:
· conciencia de sí mismo y de las propias emociones y su expresión
· autorregulación, controlar los impulsos, de la ansiedad, diferir las gratificaciones, regular nuestros estado de ánimo
· motivarnos y perseverar a pesar de las frustraciones (optimismo)
· empatía y confianza en los demás
· las artes sociales
En su primer libro "La inteligencia emocional" se centra en temas tales como el fundamento biológico de las emociones y su relación con la parte más volitiva del cerebro, la implicación de la inteligencia emocional en ámbitos como las relaciones de pareja, la salud, y fundamentalmente el ámbito educativos.
En su libro "La práctica de la inteligencia emocional"
destaca particularmente las habilidades sociales referidas al manejo de
las emociones en las relaciones, la interpretación de las situaciones y
redes sociales, la interacción fluida, la persuasión, dirección,
negociación y resolución de conflictos, la cooperación y el trabajo en
equipo.
En este segundo libro,
analiza en profundidad las implicaciones de la inteligencia emocional
en el mundo laboral y en la vida de las organizaciones, y entre los
temas centrales destacan la distinción entre habilidades fuertes y
débiles, las primeras referidas a las capacidades analítica y la
formación técnica, requerida en ocupaciones cualificadas, y las segundas
referidas a la habilidades emocionales y sociales; la valoración de
inteligencia emocional y sus habilidades asociadas, como criterio
diferenciador entre los empleados estrella y otros, o el tema de la
eficacia de la formación en inteligencia emocional y los requisitos para
su éxito.
Un breve comentario respecto a la técnica literaria
que utiliza Goleman en sus libros: en "La Inteligencia emocional"
predomina el uso de los ejemplos introductorios de carácter
espectacular, incluso muchos dramáticos, a los que hay que reconocer una
gran eficacia, no sólo como ejemplos de los conceptos que implican,
sino también como factor motivacional y controlador de nuestra atención;
por otra parte en su segundo libro mantiene es estilo ejemplificador,
si bien la característica dominante la demostración de la mayor eficacia
profesional de quien muestran una alta inteligencia profesional.
(distinto público).
En resumen, Daniel Goleman
plantea la inteligencia emocional como sinónimo de carácter,
personalidad o habilidades blandas, que concreta en las cinco
habilidades emocionales y sociales reseñadas y que tienen su traducción
en conductas manifiestas, tanto a nivel de pensamientos, reacciones
fisiológicas y conductas observables, aprendidas y aprendibles, forma
específica y bien distinta a otro tipo de contenidos, y cuyo fundamento
biológico explica en gran medida su importancia, funcionamiento, valor
adaptativo, desajustes, y la posibilidad y forma de modificarlo.
En el párrafo anterior se refleja la relación jerárquica
existente entre los distintos conceptos que estamos considerando. Este
desarrollo conceptual, inclusivo, de lo más general a lo más particular,
no implica que la investigación histórica de dichos conceptos haya
seguido el mismo orden, más bien se han ido desarrollando de forma
inversa o al menos independiente.
Más
bien creo que podremos afirmar que el concepto de Inteligencia
Emocional surge como conclusión de la confluencia de una parte, de
décadas de investigación sobre las habilidades emocionales y sociales y
su aplicación terapia y la educación, y por otra de la reformulación
científica del concepto de inteligencia en el ámbito de la psicología,
como es el trabajo de Gardner.
El gran mérito de Daniel Goleman
ha sido su capacidad divulgadora, su acercamiento al público en
general. Me gustaría poder valorar la importancia que ha tenido en su
éxito el presentar las habilidades emocionales y sociales y las
conductas a ellas asociadas, bajo un concepto como el de inteligencia
emocional. Concepto que reúne en uno solo, dos conceptos
tradicionalmente contrapuestos e incluso excluyentes, pero cargados de
referencias positivas de valor.
Así,
inteligencia es algo deseable, de lo que uno se siente orgulloso y que
se asocia a competencia, facilidad y logro. Y que emoción se relaciona
con los sentimientos, la pasión, la libertad y la posibilidad de sentir y
disfrutar, con lo más característico y lo más personal de uno mismo,
con lo más vital, y lo más humano y sin ser patrimonio de unos pocos, al
contrario, siendo quizás el aspecto más democrático e igualador.
Descritos de este modo, fácilmente podremos reconocemos dos de los valores principales de nuestra cultura actual.
LAS EMOCIONES
Un diccionario de psicología define la emoción como esa determinada categoría de experiencias,
para las que utilizamos las más dispares expresiones lingüísticas:
amor, odio, ira, enojo, frustración, ansiedad, miedo, alegría, sorpresa,
desagrado...
Son un estado complejo
que incluye una percepción acentuada de una situación y objeto, la
apreciación de su atracción y repulsión consciente y una conducta de
acercamiento o aversión. Etimológicamente emocion proviene de movere que
significa moverse, más el prefijo "e" que significa algo así como
"movimiento hacia".
Veamos cuáles son las más importante y hacia dónde nos mueven, relacionándolas con el aprendizaje.
· La ira
nos predispone a la defensa o la lucha, se asocia con la movilización
de la energía corporal a través de la tasa de hormonas en sangre y el
aumento del ritmo cardiaco y reacciones más específicas de preparación
para la lucha: apretar los dientes, el fluir de la sangre a las manos,
cerrar los puños (lo que ayuda a empuñar un arma)...
· El miedo
predispone a la huida o la lucha, y se asocia con la retirada de la
sangre del rostro para que fluya por la musculatura esquelética,
facilitando así la huida, o con la parálisis general que permite valorar
la conveniencia de huir, ocultarse o atacar, y en general con la
respuesta hormonal responsable del estado de alerta. (ansiedad)
Estas dos emociones, en su manifestación extrema, están asociadas con el secuestro del cortex prefrontal gestor de la memoria operativa, obstaculizando las facultades intelectuales y la capacidad de aprender. Mientras que en intensidades moderadas, son promotores del aprendizaje (la ansiedad como activación y la ira como "coraje").
Estas dos emociones, en su manifestación extrema, están asociadas con el secuestro del cortex prefrontal gestor de la memoria operativa, obstaculizando las facultades intelectuales y la capacidad de aprender. Mientras que en intensidades moderadas, son promotores del aprendizaje (la ansiedad como activación y la ira como "coraje").
· La alegría
predispone a afrontar cualquier tarea, aumenta la energía disponible e
inhibe los sentimientos negativos, aquieta los estado que generan
preocupación, proporciona reposo, entusiasmo y disposición a la acción.
Un el estado emocional que potencia el aprendizaje.
· La sorpresa
predispone a la observación concentrada y se manifiesta por el arqueo
de las cejas, respuesta que aumenta la luz que incide en la retina y
facilita la exploración del acontecimiento inesperado y la elaboración
de un plan de acción o respuesta adecuado. Podemos decir que la sorpresa
está relacionada con la curiosidad, factor motivacional intrínseco..
· La tristeza
predispone al ensimismamiento y el duelo, se asocia a la disminución de
la energía y el entusiasmo por las actividades vitales y el
enlentecimiento del metabolismo corporal, es un buen momento para la
introspección y la modificación de actitudes y elaboración de planes de
afrontamiento. Su influencia facilitadora del aprendizaje está en
función de su intensidad, pues la depresión dificulta el aprendizaje.
Como reacción puntual y moderada disminuye la impulsividad, la
valoración objetiva de las tareas y retos y sus dificultades,
elaboración de un autoconcepto realista evitando caer en el optimismo
ingenuo, la planificación de la solución del problema, contribuyendo a
la modificación positiva de actitudes y hábitos. Tiene particular
importancia en el efecto final el manejo de dicha emoción por parte de
profesores y padres y la ayuda contingente que se presta al alumno para
elaborarla y concretarla en conductas y planes realista y eficaces.
· También podemos comentar la influencia de otra emoción: los celos.
Podemos apreciar que en cuanto manifestación de valoración de algún
logro, deseo de emular, y de identificación con el modelo, constituye un
factor motivacional positivo. Pero en la medida que se vive como una
amenaza a la autoestima, una pérdida de status, un reto inalcanzable o
contrario a las propias actitudes es más bien generadora de conflictos.
Para comprender el funcionamiento general de las emociones y qué papel cumplen vamos
a considerar brevemente su fundamento cerebral. Primero destacamos que
toda la información sensorial es conducida desde los sentidos a la
corteza cerebral, pasando por una estación intermedia, situada en el
tronco cerebral, el tálamo. El tálamo está conectado con una de las estructura fundamentales del cerebro emocional, la amígdala,
que se encarga entre otras importantes funciones emocionales de
escudriñar las percepciones en busca de alguna clase de amenaza, activa
la secreción de noradrenalina, hormona responsable del estado de alerta
cerebral. Ambas están relacionadas por una vía nerviosa rápida, de una
sola sinapsis, lo que posibilita que la amigdala responda a la
información antes de que lo haga el neocortex y que explica el dominio
que las emociones pueden ejercer sobre nuestra voluntad y los fenómenos
de secuestro emocional. Una tercera estructura implicada es el hipocampo,
encargada de proporcionar una aguda memoria del contexto, los hechos
puros, mientras la amígdala se encarga de registrar el clima emocional
que los acompaña. Por su parte, el lóbulo prefrontal se encarga
constituye una especie de modulador de las respuestas de la amígdala y
el sistema límbico que desconecta los impulsos emocionales más negativos
a través de sus conexiones con la amígdala, es el responsable de la
comprensión de que algo merece una respuesta emocional, ejemplo la
alegría por haber logrado algo o el enfado por lo que nos han dicho,
además controla la memoria de trabajo, por lo que la perturbación
emocional obstaculiza las facultades intelectuales y dificulta la
capacidad de aprender.
Las emociones son, en esencia impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución y que nos permiten afrontar situaciones verdaderamente difíciles; un sistema con tres componentes:
1.el perceptivo,
destinado a la detección de los estímulos elicitadores; que incluye
elementos hereditarios, como es nuestra predisposición a valorar el
vacío, los lugares cerrados , los insectos o las serpientes..., como
posibles situaciones peligrosas, y a veces fruto de las experiencias,
como puede ser el surgimiento de una fobia o la ansiedad a los exámenes,
o el placer por una buena nota.
2.el motivacional,
encargado de impulsar, mantener y dirigir la conducta, gracias a su
relación con el sistema hormonal: por ejemplo, el miedo nos impulsa a la
evitación.
3.El conductual,
que hemos de analizar en su triple manifestación, reacción fisiológica
perceptible, pensamientos y conductas manifiestas. Es el elemento más
influído por las experiencias de aprendizaje previo y el medio cultural.
Por ejemplo: la expresión de la pena en distintas culturas o el
desarrollo de estrategias de evitación de las situaciones de prueba en
el ámbito escolar o las fobias escolares.
HABILIDADES PROPIAS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Como hemos dicho la inteligencia emocional
incluye cuatro grupos de habilidades, si excluimos las habilidades
sociales: la conciencia de sí mismo, la autorregulación, la motivación,
la empatía.
La primera, la toma de conciencia y expresión de las propias emociones
es la capacidad de reconocer una emoción o sentimiento en el mismo
momento en que aparece y constituye la piedra angular de la inteligencia
emocional. Hacernos conscientes de nuestras emociones requiere estar
atentos a los estado internos y a nuestras reacciones en sus distintas
formas (pensamiento, respuesta fisiológica, conductas manifiestas)
relacionándolas con los estímulos que las provocan. La comprensión se ve
facilitada o inhibida por nuestra actitud y valoración de la emoción
implicada: se facilita si mantenemos una actitud neutra , sin juzgar o
rechazar lo que sentimos, y se inhibe la percepción consciente de
cualquier emoción si consideramos vergonzosa o negativa. La captación de
las emociones está además relacionada con la salud; al tratarse de
impulsos tendentes a la acción (por manifestación comportamental, cambio
de la situación o la reestructuración cognitiva) su persistencia
origina problemas fisiológicos, e lo que denominamos somatizaciones. Su
adiestramiento es fruto de la mediación de adultos iguales, a través del
aprendizaje incidental, centrando la atención en las manifestaciones
internas y externas, especialmente no verbales, que acompañan a cada
estado emocional y la situación que las origina. La expresión voluntaria
de distintas emociones, su dramatización, es un camino eficaz de
modelado y aprendizaje de las mismas.
La segunda de las habilidades es la capacidad de controlar las emociones,
de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, la
tristeza y la irritabilidad exageradas. No se trata de reprimirlas sino
de su equilibrio, pues como hemos dicho cada una tiene su función y
utilidad. Podemos controlar el tiempo que dura una emoción no el momento
en que nos veremos arrastrados por ella. El arte de calmarse a uno
mismo es una de las habilidades vitales fundamentales, que se adquiere
como resultado de la acción mediadora de los demás, es decir, aprendemos
a calmarnos tratándonos como nos han tratado, pero aprendible y
mejorable en todo momento de la vida.
En relación al enfado
hay que conocer que su detonante universal es la sensación de hallarse
amenazado, bien real o simbólicamente. Consiste desde la perspectiva
hormonal en una secreción de catecolaminas que producen un acceso
puntual y rápido de energía y una descarga adrenocortical que produce
una hipersensibilidad difusa que puede durar hora o incluso días,
descendiendo progresivamente nuestro umbral de irritabilidad. Podemos
pues decir que el enfado se construye sobre el enfado; que cada pequeño
incidente nos predispone a reaccionar nuevamente enfadándonos con causa
menores y a que la reacción sea cada vez más violenta También podemos
afirmar que es la emoción mas persistente y difícil de controlar, aunque
el peor consejero es la creencia errónea de que es ingobernable. Lo
importante para su control es intervenir en la cadena de pensamientos
hostiles que los alimenta. Y entre las técnicas que han demostrado su
eficacia destacan ante la reacción ya provocada: la relajación, la
comprensión y una actitud contraria al enfado (quien se enfada tiene
dos trabajos: enfadarse y desenfadarse). En cuanto a la catarsis y la
expresión abierta del enfado no parece surtir el efecto deseado, al
contrario, según la anatomía del enfado es contraproducente.
Respecto al miedo,
conviene recordar que como reacción ante un peligro real y objetivo,
tiene un indudable valor adaptativo y está relacionada con la conducta
de huída o lucha, para las cuales el organismo se prepara biológicamente
mediante la movilización de sus recursos energéticos. Cuando esta
movilización de los recursos energéticos se origina ante causas más
subjetivas o difusas, y de forma más persistente, también ante las más
variadas actividades que suponen un reto, la emoción resultante la
podemos denominar ansiedad. La ansiedad se ha relacionado con el
rendimientos o el éxito en la actividad, concretamente en la escolar,
comprobando que mientras que a niveles moderados es beneficionsa e
imprescindible, su exceso es contraproducente. El componente fisiológico
de la ansiedad es controlable a través de las técnicas de relajación.
El componente cognitivo (la preocupación) responde ante estrategias de
cambio del foco de la atención, la autocrítica de las creencias
asociadas, inducción activa de pensamiento positivo, la utilización del
sentido del humor. El componente conductual, evitación y lucha, requiere
desensibilización, prevención o autoinstrucciones. Sin alvidar que una
buena prevención de la ansiedad es el aumento del ejercicio, una dieta
baja en calorías, una cantidad apropiada de sueño y descanso.... es
decir, los hábitos de conducta asociados al incremento de la secreción
de serotonina.
Respecto a la tristeza,
en su manifestación extrema, desadaptativa, la depresión, volvemos a
destacar el uso de estrategias de modificación de conducta y cognitivas.
Y además la utilización de la tercera de las habilidades de la
inteligencia emocional, el optimismo.
La habilidad de motivarnos, el optimismo,
es uno de los requisitos imprescindibles cara a la consecución de metas
relevantes y tareas complejas, y se relaciona con un amplio elenco de
conceptos psicológicos que usamos habitualmente: control de impulsos,
inhibición de pensamientos negativos, estilo atributivo, nivel de
expectativas, autoestima.:
· El control de los impulsos,
la capacidad de resistencia a la frustración y aplazamiento de la
gratificación, parece ser una de las habilidades psicológicas más
importantes y relevantes.
· El control de los pensamientos negativos,
veneno del optimismo, se relaciona con el rendimiento a través de la
economía de los recursos atencionales; preocuparse consume los recursos
que necesitamos para afrontar con éxito los retos vitales y académicos.
· El estilo atributivo de los éxitos y fracasos,
sus implicaciones emocionales y su relación con las expectativas de
éxito es una teoría psicológica que contribuye enormemente a nuestra
comprensión de los problemas de aprendizaje y a su solución.
· La autoestima
y su concreción escolar, autoconcepto académico o expectativas de
autoeficacia, son conceptos que podemos relacionar con la teoría de la
atribución; además consideramos al autoconcepto como uno de los
elementos esenciales no sólo del proceso de aprendizaje escolar, sino
también de salud mental y desarrollo sano y global de la personalidad.
La
capacidad de motivarse a uno mismo se pone especialmente a prueba
cuando surgen las dificultades, el cansancio, el fracaso, es el momento
en que mantener el pensamiento de que las cosas irán bien, puede
significar el éxito o el abandono y el fracaso (aparte de otros factores
más cognitivos, como descomponer los problemas y ser flexibles para
cambiar de métodos y objetivos).
El
desarrollo del optimismo, la autoestima y la expectativa de éxito,
están relacionados con las pautas de crianza y educación, evitando el
proteccionismo y la crítica destructiva, favoreciendo la autonomía y los
logros personales, utilizando el elogio y la pedagogía del éxito,
complementado con la exigencia y la ayuda .
A nivel escolar es muy relevante la evolución, estudiada por Martín Covington, de la comprensión que tienen los niños y niñas de la relación entre el esfuerzo, la capacidad y el logro
que se produce desde la infancia hasta la adolescencia: inicialmente
esfuerzo es sinónimo de capacidad; de los 6 a los 10 años el esfuerzo se
complementa con el factor capacidad innata; a partir de los diez
algunos toman mal que su trabajo se vuelva más duro y requiera más
tiempo, por lo que comienzan a desarrollar hábitos de postergar o evitar
el trabajo; y a partir de los 13 se vuelven pesimistas sobre sus
posibilidades de éxito. Ante este problema la mejor intervención es la
prevención y la supervisión y apoyo familiar y la enseñanza de la
habilidad de administración del tiempo (recursos de salud mental, que
evita el estrés y aumenta eficacia laboral), así como cultivar hobbys,
pues contribuyen a crear hábitos de trabajo.
Finalizamos este recorrido por las habilidades de la inteligencia emocional, con la empatía,
La capacidad de captar los estados emocionales de los demás y reacionar
de forma apropiada socialmente (por oposición a la empatía negativa).
En la base de esta capacidad están la de captar los propios estado
emocionales y la de percibir los elementos no verbales asociados a las
emociones. Su desarrollo pasa por fases como el contagio emocional más
temprano, la imitación motriz, el desarrollo de habilidades de consuelo
... pero el desarrollo de la empatía está fundamentalmente ligado a las
experiencias de apego infantil (los hijos maltratados que se convierten
en maltratadores).
CONCLUSIÓN
Quiero
concluir mi exposición destacando la importancia de mantener como
objetivo educativo el desarrollo de la inteligencia emocional de
nuestros alumnos por varias razones:
· Primero,
porque comparto plenamente el actual enfoque de la reforma sobre los
objetivos educativos, al destacar la importancia de una formación
integral que incluya el desarrollo de los aspectos emocionales y de
relación interpersonal junto a los motrices, cognitivos y de inserción
social.
· Segundo,
porque como he ido reflejando a lo largo de la exposición, el
rendimiento académico está íntimamente relacionado con los aspectos
emocionales tratados, manteniendo relaciones de dependencia e influencia
mutua.
· Tercero,
porque como destaca Shapiro, el denominado Efecto Flinn supone la
comprobación de cómo mientras que el CI ha aumentado unos 20 puntos en
la población en general en lo que va de siglo, el coeficiente emocional
parece estar disminuyendo vertiginosamente (fracaso escolar, violencia,
delitos, embarazos no deseados, etc...).
· Y
finalmente, porque como profesionales de la educación, tenemos una
enorme repercusión en el desarrollo de las habilidades emocionales de
nuestros alumnos/as, tanto a través del ejemplo en el trato directo como
de la utilización de la inteligencia emocional en las distintas esferas
de la vida de los centros educativos, contibuyendo a crear un clima
institucional emocionalmente saludable.
5º parte
CÓMO ELABORAMOS UN
SENTIMIENTO EMOCIONAL
SENTIMIENTO EMOCIONAL
Las emociones, en el sentido más restringido del término, son reacciones psico-físicas momentáneas. Los sentimientos engloban emociones, pero les añaden duración. ¿Cómo? Asociándolas a un pensamiento, imponiéndoles un ‘significado psicológico’.
La fórmula que construye el sentimiento es la siguiente:
EMOCIONES + PENSAMIENTO = SENTIMIENTO EMOCIONAL
(activación física) + (etiqueta cognitiva) = sentimiento emocional
Por
ejemplo, si cuando entras en una sala donde hay un grupo y todos se
ríen, tienes una respuesta física emocional (activación) y puedes pensar
muchas cosas:
‘He hecho el ridículo’ = sentirás vergüenza
‘Se están divirtiendo, vamos a pasarla bien’ = sentirás alegría
‘Son maleducados’ = sentirás enojo
‘Creo que les gusto porque al entrar yo se han alegrado’ = sentirás aprecio
La forma en cómo nuestros pensamientos afectan nuestras emociones fue experimentado científicamente (Schachter).
Se administró una inyección a unos sujetos diciéndoles que era una preparación vitamínica cuyo efecto se quería probar (grupo A).
Al segundo grupo de sujetos se les dijo lo que era: una sustancia altamente estimulante (grupo B).
Después de la inyección, los pacientes fueron adscriptos a dos grupos. La mitad de los sujetos del grupo A (A1) y la mitad de los sujetos del grupo B (B1) hablaban, luego, con una persona que creían que también, como ellos, participaba como sujeto experimental (compinche), el cual se mostraba de mal talante. Las otras mitades de los grupos A y B lo hacían con otro supuesto sujeto (compinche), pero que se mostraba alegre.
Encontraron que la respuesta de los sujetos que no sabían que habían recibido un estimulante (grupo A) fue de una intensidad emocional mayor. Estos sujetos activados fisiológicamente, que recibieron adrenalina creyendo que eran vitaminas, se sintieron invadidos por la ira A1 (la mitad de los que hablaron con el colaborador antipático), o bien por la alegría A2 (la mitad de los que hablaron con el colaborador alegre), porque no
sabían qué les pasaba y etiquetaban la fuerte descarga emocional que
sentían pensando que su interlocutor los estaba ‘afectando’.
El grupo de sujetos conocedor de que se les había suministrado un estimulante (grupo B) no atribuía (no ‘etiquetaban cognitivamente’) sus reacciones como emoción y, por tanto, no experimentaban cólera ni alegría.
Así, en gran parte, lo que sentimos depende de lo que ‘decidimos’ pensar.
Como consecuencia, podemos controlar en cierta medida cómo te sentimos
mediante el pensamiento. Esta ‘cierta medida’ viene limitada porque en
la vida real tenemos ideas preconcebidas de los objetos y la gente, y
pensar diferente requiere cambiar de actitudes, lo cual no es tarea
fácil.
COMPETENCIAS EMOCIONALES
Cada una de las 5 Habilidades Prácticas de la Inteligencia Emocional, fueron a su vez subdividas, por el Dr. Daniel Goleman, en diferentes competencias. Estas capacidades son:
Autoconciencia:
Implica reconocer los propios estados de ánimo, los recursos y las
intuiciones. Las competencias emocionales que dependen de la
autoconciencia son:
- Conciencia emocional: identificar las propias emociones y los efectos que pueden tener.
- Correcta autovaloración: conocer las propias fortalezas y sus limitaciones.
- Autoconfianza: un fuerte sentido del propio valor y capacidad.
Autorregulación:
Se refiere a manejar los propios estados de ánimo, impulsos y recursos.
Las competencias emocionales que dependen de la autorregulación son:
- Autocontrol: mantener vigiladas las emociones perturbadoras y los impulsos.
- Confiabilidad: mantener estándares adecuados de honestidad e integridad.
- Conciencia: asumir las responsabilidades del propio desempeño laboral.
- Adaptabilidad: flexibilidad en el manejo de las situaciones de cambio.
- Innovación: sentirse cómodo con la nueva información, las nuevas ideas y las nuevas situaciones.
Motivación: Se refiere a las tendencias emocionales que guían o facilitan el cumplimiento de las metas establecidas.
- Impulso de logro: esfuerzo por mejorar o alcanzar un estándar de excelencia laboral.
- Compromiso: matricularse con las metas del grupo u organización.
- Iniciativa: disponibilidad para reaccionar ante las oportunidades.
- Optimismo: persistencia en la persecución de los objetivos, a pesar de los obstáculos y retrocesos que puedan presentarse.
Empatía: Implica tener conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones de los otros.
- Comprensión de los otros: darse cuenta de los sentimientos y perspectivas de los compañeros de trabajo.
- Desarrollar a los otros: estar al tanto de las necesidades de desarrollo del resto y reforzar sus habilidades.
- Servicio de orientación: anticipar, reconocer y satisfacer las necesidades reales del cliente.
- Potenciar la diversidad: cultivar las oportunidades laborales a través de distintos tipos de personas.
- Conciencia política: ser capaz de leer las corrientes emocionales del grupo, así como el poder de las relaciones entre sus miembros.
Destrezas sociales: Implica
ser un experto para inducir respuestas deseadas en los otros. Este
objetivo depende de las siguientes capacidades emocionales:
- Influencia: idear efectivas tácticas de persuasión.
- Comunicación: saber escuchar abiertamente al resto y elaborar mensajes convincentes.
- Manejo de conflictos: saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten dentro del equipo de trabajo.
- Liderazgo: capacidad de inspirar y guiar a los individuos y al grupo en su conjunto.
- Catalizador del cambio: iniciador o administrador de las situaciones nuevas.
- Constructor de lazos: alimentar y reforzar las relaciones interpersonales dentro del grupo.
- Colaboración y cooperación: trabajar con otros para alcanzar metas compartidas.
- Capacidades de equipo: ser capaz de crear sinergia para la persecución de metas colectivas.
7º parte
Educar los sentimientos
Todos contamos con la posibilidad de conducir en
bastante grado los sentimientos propios o los ajenos. Con ello cuenta
quien trata de enamorar a una persona, o de convencerle de algo, o de
venderle cualquier cosa. Desde muy pequeños, aprendimos a controlar
nuestras emociones y a también un poco las de los demás. El marketing,
la publicidad, la retórica, siempre han buscado cambiar los sentimientos
del oyente. Todo esto lo sabemos, y aún así seguimos pensando muchas
veces que los sentimientos difícilmente pueden educarse. Y decimos que
las personas son tímidas o desvergonzadas, generosas o envidiosas,
depresivas o exaltadas, cariñosas o frías, optimistas o pesimistas, como
si fuera algo que responde casi sólo a una inexorable naturaleza.
Es
cierto que las disposiciones sentimentales tienen una componente
innata, cuyo alcance resulta difícil de precisar. Pero sabemos también
la importancia de la primera educación infantil, del fuerte influjo de
la familia, de la escuela, de la cultura en que se vive. Las
disposiciones sentimentales pueden modelarse bastante. Hay malos y
buenos sentimientos, y los sentimientos favorecen unas acciones y
entorpecen otras, y por tanto favorecen o entorpecen una vida digna,
iluminada por una guía moral, coherente con un proyecto personal que nos
engrandece. La envidia, el egoísmo, la agresividad, la crueldad, la
desidia, son ciertamente carencias de virtud, pero también son carencias
de una adecuada educación de los correspondientes sentimientos, y son
carencias que quebrantan notablemente las posibilidades de una vida
feliz.
Educar
los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar
matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de hacerlo? Es triste ver tantas
vidas arruinadas por la carcoma silenciosa e implacable de la mezquindad
afectiva. La pregunta es ¿a qué modelo sentimental debemos aspirar?
¿cómo encontrarlo, comprenderlo, y después educar y educarse en él? Es
un asunto importante, cercano, estimulante y complejo.
Conocimiento propio
Tales
de Mileto, aquel pensador de la antigua Grecia que es considerado como
el primer filósofo conocido de todos los tiempos, escribió hace 2.600
años que la cosa más difícil del mundo es conocernos a nosotros mismos, y la más fácil hablar mal de los demás.
Y en el templo de Delfos podía leerse aquella famosa inscripción socrática —gnosei seauton: conócete a ti mismo—, que recuerda una idea parecida.
Conocerse
bien a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser
artífice de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un
gran reto para el hombre a lo largo de los siglos.
Conviene
preguntarse con cierta frecuencia (y buscando la objetividad): ¿cómo es
mi carácter? Porque es sorprendente lo beneficiados que resultamos en
los juicios que hacen nuestros propios ojos. Casi siempre somos
absueltos en el tribunal de nuestro propio corazón, aplicando la ley de
nuestros puntos de vista, dejando la exigencia para los demás. Incluso
en los errores más evidentes encontramos fácilmente multitud de
atenuantes, de eximentes, de disculpas, de justificaciones.
Si
somos así, y parecemos ciegos para nuestros propios defectos, ¿cómo se
puede mejorar? Mejoraremos procurando conocernos. Mejoraremos escuchando
de buen grado la crítica constructiva que nos vayan haciendo con
cualquier ocasión. Pero a eso se aprende sólo cuando uno es capaz de
decirse a sí mismo las cosas, cuando es capaz de cantarle las verdades
a uno mismo. Procura conocer cuáles son tus defectos dominantes.
Procura sujetar esa pasión desordenada que sobresale de entre las demás,
pues así es más fácil después vencer las restantes.
Para
uno, su vicio capital será la búsqueda permanente de la comodidad,
porque huye del trabajo con verdadero terror; para otro, quizá su mal
genio o su amor propio exagerado, o su testarudez; para un tercero, a lo
mejor su principal problema es la superficialidad o la frivolidad de
sus planteamientos. Piénsalo. Cada uno de tus defectos es un foco de
deterioro de tu carácter. Si no los vences a tiempo, si no les pones
coto, te puede salir mal la partida de la vida.
Quizá
lo que hace más delicada la formación del carácter es precisamente el
hecho de que se trata de una tarea que requiere años, decenas de años.
Ésa es su principal dificultad.
Toth
comparaba este trabajo a la formación de un cristal a partir de una
disolución saturada que se va desecando. Las moléculas van ordenándose
lentamente conforme a unas misteriosas leyes, en un proceso que puede
durar horas, meses, o muchos años. Los cristales se van haciendo cada
vez mayores y constituyendo formas geométricas perfectas, según su
naturaleza..., siempre que, claro está, ningún agente externo estorbe la
marcha de ese lento y delicado proceso de cristalización. Porque un
estorbo puede hacer que acabe, en vez de en un magnífico cristal, en una
simple agregación de pequeños cristales contrahechos.
Puede
ser ése el principal error de muchos jóvenes, o quizá de sus padres.
Pensar que aquellos reiterados estorbos en el camino de la delicada
cristalización de su espíritu eran algo sin importancia. Y cuando
advirtieron que habían cuajado en un carácter torcido y contrahecho,
poco remedio quedaba ya.
¿Hay
entonces en el carácter cosas que no tienen remedio? Siempre estamos a
tiempo de reconducir cualquier situación. Ninguna, por terrible que
fuera, determina un callejón sin salida. Pero no debe ignorarse que hay
tropiezos que dejan huella, que suponen todo un trecho equivocado cuesta
abajo que hay que desandar penosamente.
Piensa
en esas malas costumbres, en esa terquedad que cuando eras niño
resultaba graciosa y ahora se ha vuelto más espinosa y más dura. Piensa
en cómo dominas tu genio, en cómo soportas la contrariedad. Piensa si no
eres un cardo. Porque cardos surgen en todas las almas y
es cuestión de saber eliminarlos cuando aún están tiernos. Esa solicitud
y esa lucha continua es la educación.
Procura
ver las cosas buenas de los demás, que siempre hay. Y cuando veas
defectos, o algo que te parece a tí que son defectos, piensa si no los
hay —esos mismos— también en tu vida. Porque a veces vemos: a un quejoso que se queja de que los demás se quejan; a un charlatán agotador que protesta porque otro habla demasiado; a
uno que es muy individualista en el fútbol y luego se queja de que no
le pasan el balón; que recrimina agriamente los errores a sus compañeros
y luego resulta que él falla más que nadie; al típico personaje
irascible que se rasga las vestiduras ante el mal genio de los demás.
¿Por
qué? Quizá sea efectivamente porque —no se sabe en virtud de qué
misteriosa tendencia— proyectamos en los demás nuestros propios
defectos.
El
conocimiento propio también es muy útil para aprender a tratar a los
demás. Hay, por ejemplo, padres impacientes a quienes con frecuencia se
les escuchan frases como "le he dicho a esta criatura por lo menos
cuarenta veces que..., y no hay manera". Y cabría preguntarse: bien,
pero ¿y tú? ¿No te sucede a tí que te has propuesto también cuarenta
veces muchas cosas que luego nunca logras hacer?
¿No
podemos entonces exigir nada a los hijos porque nosotros somos peor que
ellos...? No, por supuesto. Pero cuando alguien es consciente de sus
propios defectos, la tarea de educar se ve muchas veces como una tarea
que tiene bastante de compañerismo. Y se celebra el triunfo del otro y
se sabe disculpar y disimular la derrota, porque se confía en que le
llegarán también tiempos de victoria. Por eso no viene mal tener en la
cabeza nuestros fallos y nuestros errores a la hora de corregir, para
saber conjugar bien la exigencia con la comprensión.
Sentimientos de insatisfacción
Se
dice que los dinosaurios se extinguieron porque evolucionaron por un
camino equivocado: mucho cuerpo y poco cerebro, grandes músculos y poco
conocimiento.
Algo
parecido amenaza al hombre que desarrolla en exceso su atención hacia
el éxito material, mientras su cabeza y su corazón quedan cada vez más
vacíos y anquilosados. Quizá gozan de un alto nivel de vida, poseen
notables cualidades, y todo parece apuntar a que deberían sentirse muy
dichosos; sin embargo, cuando se ahonda en sus verdaderos sentimientos,
con frecuencia se descubre que se sienten profundamente insatisfechos. Y
la primera paradoja es que ellos mismos muchas veces no saben explicar
bien por qué motivo.
En
algunos casos, esa insatisfacción proviene de una dinámica de consumo
poco moderado. Llega un momento en que comprueban que el afán por poseer
y disfrutar cada día de más cosas, sólo se aplaca fugazmente con su
logro, y ven cómo de inmediato se presentan nuevas insatisfacciones ante
tantas otras cosas que aún no se poseen. Es una especie de tiranía (que
ciertas modas y usos sociales facilitan que uno mismo se imponga), y
hace falta una buena dosis de sabiduría de la vida para no caer en esa
trampa (o para salir de ella), y evitarse así mucho sufrimiento inútil.
En
otras personas, la insatisfacción proviene de la mezquindad de su
corazón. Aunque a veces les cueste reconocerlo, se sienten avergonzadas
de la vida que llevan, y si profundizan un poco en su interior,
descubren muchas cosas que les hacen sentirse a disgusto consigo mismas
(y eso les lleva con frecuencia a maltratar a los demás, por aquello de
que quien la tiene tomada consigo mismo, la acaba tomando con los demás).
En
cambio, quien ha sabido seguir un camino de honradez y de verdad,
desoyendo las mil justificaciones que siempre parecen encubrir cualquier
claudicación ("lo hace todo el mundo", "se trata sólo de una pequeña
concesión excepcional", "no hago daño a nadie", etc.), quien logra
mantener la rectitud y rechazar esas justificaciones, se sentirá
habitualmente satisfecho, porque no hay nada más ingrato que convivir
con uno mismo cuando se es un ser mezquino.
Otras
veces, la insatisfacción se debe a algún sentimiento de inferioridad.
Otras, tiene su origen en la incapacidad para lograr dominarse a uno
mismo, como sucede a esas personas que son arrolladas por sus propios
impulsos de cólera o agresividad, por la inmoderación en la comida o la
bebida, etc., y después, una vez recobrado el control, se asombran, se
arrepienten y sienten un profundo rechazo de sí mismas. (1)
También
las manías son una fuente de sentimientos de insatisfacción. Si se deja
que arraiguen, pueden llegar a convertirse en auténticas fijaciones que
dificultan llevar una vida psicológicamente sana. Además, si no se es
capaz de afrontarlas y superarlas, con el tiempo tienden a extenderse y
multiplicarse.
Algo
parecido podría decirse de las personas que viven dominadas por
sentimientos relacionados con la soledad, de los que suele costar
bastante salir, unas veces por una actitud orgullosa (que les impide
afrontar el aislamiento que padecen y se resisten a aceptar que estén
realmente solas), otras porque no saben adónde acudir para ampliar su
entorno de amistades, y otras porque les falta talento para
relacionarse.
Incluso
personas con una intensa vida social también pueden sentirse a veces
muy solas e insatisfechas: quizá porque su exuberante actividad puede
ser superficial y encubrir una soledad mal resuelta; o porque sus
contactos y relaciones pueden estar mantenidos casi exclusivamente por
interés; o porque son personas de fama o de éxito, y perciben ese trato
social como poco personal, o como adulación; etc. Y también puede
suceder lo contrario, y una soledad puede ser sólo aparente: hay
personas que creen importar poco a los demás, y un buen día sufren algo
más extraordinario y se sorprenden de la cantidad de personas que les
ofrecen su ayuda (la satisfacción que sienten entonces da una idea de la
importancia de estar cerca de quien pasa por un momento de mayor
dificultad).
En
cualquier caso, saber de dónde provienen los sentimientos de
insatisfacción es decisivo para abordarlos con acierto y así gobernar
con eficacia la propia vida afectiva.
Repertorio emocional
Para establecer una relación positiva con los demás, y poder así decirse las cosas de forma fluida y sin acritud, es preciso cultivar toda una serie de capacidades destinadas a combatir la negatividad y a establecer una relación no defensiva con los demás.
El
principal obstáculo es que probablemente en nuestro interior tenemos
grabadas unas respuestas emocionales negativas que no es fácil cambiar
de la noche a la mañana (2). Por eso hemos de poner esfuerzo en
familiarizarnos con respuestas emocionales más positivas, de modo que,
con el tiempo, las vayamos evocando de forma más natural y espontánea,
en la medida que las incorporemos más a nuestro repertorio emocional. Algunos ejemplos de esas capacidades emocionales pueden ser los siguientes:
Tranquilizarse a uno mismo,
pues al enfadamos perdemos bastante de nuestra capacidad de escuchar,
pensar y hablar con claridad, y la excitación del enfado tiende a
generar un enfado mayor si uno no se da un tiempo muerto hasta lograr tranquilizarse.
Desintoxicarse de pensamientos negativos hipercríticos,
que suelen ser los principales desencadenantes de conflictos. Cuando
logramos darnos cuenta de que nos embargan pensamientos de ese tipo, y
nos decidimos a hacerles frente, el problema suele estar ya casi
resuelto.
Escuchar y hablar de modo que nuestras palabras no despierten la defensividad del interlocutor,
es decir, que no las perciba como críticas u hostiles. De modo análogo,
hemos de esforzarnos en escuchar a los demás sin interpretar como un
ataque lo que quizá es una simple queja o una observación
bienintencionada.
Detectar temas, momentos o situaciones de hipersensibilidad.
Si observamos una actitud de defensividad en una determinada persona,
será una manifestación clara de que el tema que se está tratando reviste
importancia para ella (y que por tanto conviene andarse con especial
tacto), o que en ese momento está alterada por algo, o que hay alguna
razón por la que nuestra relación con esa persona se ha dañado, en poco o
en mucho. Por ejemplo, si observamos que le ha contrariado que
interrumpamos una explicación suya, podemos terciar, sin acritud,
diciendo: "perdona, que te he interrumpido; di lo que ibas a decir".
Centrarse en los temas, sin enredarse en detalles nimios o en cuestiones colaterales que entorpecen el diálogo.
No derivar hacia el ataque personal.
Siempre es mejor, por ejemplo, decir un "me ha incomodado que llegues
tarde y no me hayas avisado", que soltar un "eres un desconsiderado y un
egoísta".
Disculparnos cuando advirtamos que nos hemos equivocado, y asumir con sencillez la responsabilidad que nos corresponda por nuestros errores.
Procurar reflejar el estado emocional del interlocutor.
Si, por ejemplo, alguien nos expresa una queja o una preocupación que
le cuesta manifestar, hemos de procurar reflejar que nos hacemos cargo
de lo que siente en ese momento.
Ser generosos en el reconocimiento de los méritos de los demás, y no escamotear, cuando sea oportuno, los elogios razonables que destaquen y alaben explícitamente las cualidades del otro.
Control de la preocupación
Por
lo general, la espiral de la preocupación, y con ella, la de la
ansiedad, entorpece de tal modo el funcionamiento intelectual que pueden
llegar a disminuir seriamente su rendimiento personal.
Bastantes
estudiantes, por ejemplo, son muy proclives a preocuparse y caer en
estados de ansiedad, y esto afecta negativamente a sus resultados
académicos.
Mientras,
a otros, el estado de preocupación, por ejemplo ante un examen,
estimula su intensidad en el estudio, y gracias a eso logran un
rendimiento mucho mayor.
Ésa es la cuestión que conviene analizar: por qué a unos les estimula y a otros les paraliza.
Según
unos amplios estudios realizados por Richard Alpert, la diferencia
entre unos y otros está en la forma de abordar esa sensación de
inquietud que les invade ante la inminencia de un examen. A unos, la
misma excitación y el interés por hacer bien el examen les lleva a
prepararse y a estudiar con más seriedad; en otros casos, sin embargo,
cuando se trata de personas ansiosas, sus pensamientos negativos (del
estilo de «no seré capaz de aprobar», «se me dan mal este tipo de
exámenes», «no sirvo para las matemáticas», etc.) sabotean sus
esfuerzos, y la excitación interfiere con el discurso mental necesario
para el estudio y enturbia después su claridad también durante la
realización del examen.
Las
preocupaciones que tiene una persona mientras hace un examen reducen
los recursos mentales disponibles para hacerlo bien. En ese sentido, si
estamos demasiado preocupados por suspender, dispondremos de mucha menos
atención para discurrir sobre lo que nos han preguntado y expresar una
respuesta adecuada. Es así como las preocupaciones acaban convirtiéndose
en profecías autocumplidas que conducen al fracaso.
En
cambio, quienes controlan sus emociones pueden utilizar esa ansiedad
anticipatoria —ante la cercanía de un examen, o de dar una conferencia, o
de acudir a una entrevista importante— para motivarse a sí mismos,
prepararse adecuadamente y, en consecuencia, hacerlo mejor.
Se
trata de encontrar un punto medio —volvemos aquí de nuevo a la
necesidad de un equilibrio— entre la ansiedad y la apatía, pues el
exceso de ansiedad lastra el esfuerzo por hacerlo bien, pero la ausencia
completa de ansiedad —en el sentido de indolencia, se entiende— genera
apatía y desmotivación.
Por eso, un cierto entusiasmo —incluso algo de euforia
en algunas ocasiones— resulta muy positivo en la mayoría de las tareas
humanas, sobre todo para las de tipo más creativo. Pero cuando la
euforia crece demasiado o se descontrola, se convierte en un estado en
el que la agitación socava toda capacidad de pensar de un modo lo
suficientemente coherente como para que las ideas fluyan con acierto y
realismo (3).
Los
estados de ánimo positivos aumentan la capacidad de pensar con
flexibilidad y sensatez ante cuestiones complejas, y hacen más fácil
encontrar soluciones a los problemas, tanto de tipo especulativo como de
relaciones humanas. Por eso, una forma de ayudar a alguien a abordar
con acierto sus problemas es procurar que se sienta alegre y optimista.
Las personas bienhumoradas gozan de una predisposición que les lleva a
pensar de una forma más abierta y positiva, y gracias a eso poseen una
capacidad de tomar decisiones notablemente mejor.
Los
estados de ánimo negativos, en cambio, sesgan nuestros recuerdos en una
dirección negativa, haciendo más probable que nos retiremos hacia
decisiones más apocadas, temerosas y suspicaces.
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